Las almorranas o hemorroides son venas inflamadas en la parte inferior del recto, almorranas internas, o en el ano, almorranas externas.
Si estás leyendo este artículo, ya conoces sus síntomas, sin embargo, es probable que desconozcas su origen; y de esto voy a hablarte.
Primero hay que comprender el funcionamiento simbólico de nuestra mente. Cuándo hay algún conflicto que se vuelve intolerable, nuestro inconsciente busca una solución, ya que un “conflicto intolerable” es igual a peligro para la supervivencia y sobrevivir, es el objetivo del inconsciente. Las posibles soluciones que adopta pasan, entre otras, por aportar una solución orgánica al conflicto.
La parte inferior del recto tiene como función acumular las heces y transmitir esta información al cerebro. Para ello está muy vascularizado y provisto de multitud de terminaciones nerviosas. Las venas cumplen la función de retirar las toxinas celulares y transportar la sangre “tóxica” hacia el corazón y pulmón para su desintoxicación. Y el ano es un esfínter o válvula que abre paso o no a la evacuación de los desechos tóxicos, heces, de la alimentación.
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Consecuentemente, si las venas en la zona rectal se inflaman, aumenta la capacidad de transporte de sangre tóxica en esta zona, lo que podría traducirse en:
Almorranas internas = conflicto de toxicidad familiar contenida.
O sea que cuándo vivimos experiencias familiares feas y constantes o hay algo feo, sucio en la familia o con algún miembro de esta que aguantamos y aguantamos por tiempo; pueden aparecer almorranas como un medio del inconsciente para ser capaz de limpiar este malestar.
Y cuándo las almorranas aparecen en el ano, entonces vendría a ser como si mediante la inflamación de las venas en la zona anal, el inconsciente busca desintoxicar o limpiar mejor la dificultad “para aguantar” la mierda de la familia, esa que no suelto y/ o asociado con mi sitio (dónde pongo el culo). O sea:
Almorranas externas = conflicto de intolerancia tóxica en la familia + invasión territorial
Sea tu caso o el de alguien cercano uno u otro, a pesar de tus ideas o necesidades en relación con el problema familiar que puedas haber reconocido, considera que “el otro” vive su vida cómo puede y le sale. Quizás consideres que es egoísta, avaro, crítico, malo…; sea como sea el otro y lo que haga o haya hecho, obsérvate a ti. Observa esa intolerancia en forma de opinión y sentimiento doloroso que de alguna manera hay en ti y, al margen de poder discrepar con cualquier tema o cuestión, la aplicación de flexibilidad, empatía y compasión puede redundar en tu bienestar, en que ya no te “dé por culo”.
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